El sábado 26 de octubre de 2002 recibíamos la noticia: nos había dejado Raúl Silveti, el querido Flaco. Vendedor por vocación, hacedor de radio, poeta de overol... Hoy, cuando Difusión cumple 20 años, queremos recordarlo con ternura, con una sonrisa. Y agradecerle todo lo que fue capaz de darnos durante el tiempo que compartimos.
Al recordarlo puede venirse a la mente eso de caballero de fina estampa. Porte de Quijote, esta vez le tocó luchar con un molino que no era de viento. Era un profesional de la venta, un psicólogo con maletín, de esos capaces de convencer al cliente de que el producto en oferta era una oportunidad única e irrepetible.
También se lo recuerda por otras cosas: sus años en la radio, su voz ligeramente áspera, su simpatía, su poesía sencilla y amena a la que parecía darle letra alguna musa de alpargatas.
Se enorgullecía al decir que nació en el barrio de Lisboa y Callao, un barrio lleno de pibes, cuna de deportistas como Cacho Aguilar, Cacho Defeo y Enrique Banar, semillero de artistas como Raúl Iriarte.
En su único libro, Castillos de Lata (editado por el Centro Cultural Difusión), Raúl advierte al lector: Nunca he recibido premio alguno, no he escrito otro libro antes que este y no volveré a escribir otro, porque yo no soy escritor, me obligaron a escribir. Algunos de los responsables de que siguiera adelante, fueron -según él mismo confesó- Gloria Rodríguez (compañera de escuela en la 35), sus docentes Elisa Mejido y Bella Gutiérrez, Emilio Borras, Juan Chiodo, el Dr. Juan Mincarelli... todos amigos que le insistieron para esto.
Y lo bien que hicieron en obligarlo. Berisso no se podía privar de algunas delicias, como Noviecita de tercer grado (que integró el CD Poesías y poetas de Berisso), que decía: Le convidé caramelos /y me sentí como un señor /compré “gotitas de amor” /indirecta que venía al pelo/ en la rayuela era “cielo” /en la soga “coro... coronita es”/ y yo el pretendiente de su niñez/que del monitor tenía celos.
Y le escribió también A la calle Nueva York, A la calle Londres, A la calle Lisboa... Reflejó sus vivencias de egreso de la escuela primaria, su paso por el Colegio Nacional, los 15 años de su hija (la niña ya no es crisálida/ se convirtió en mariposa...), al tranvía 25, a la Fogata de San Pedro y San Pablo, a la amistad de la cual parecía hacer un culto.
Se fue el Flaco pero nos queda su poesía, su percepción fina de los entornos más sencillos: un adoquín, una zanja, un pedazo de zinc como pared, un asado con la barra o un festejo familiar.
Hemos dicho ya que era un vendedor de aquellos, lo que quedó reflejado con especial pasión en el poema La valija del vendedor ambulante, del cual reproducimos un fragmento para decirle que en este 20° aniversario de FM Difusión el también está entre nosotros, celebrando la alegría de seguir adelante a partir del esfuerzo compartido.

Mi maleta es mi oficina
Con listas, fichas, folletos,
Documentos, amuletos,
Con la agenda de rutina
Y esa nota que me intima
Desde el seno familiar
Con un “papi, no te vayas a olvidar
De traerme golosinas”.

Y siempre salí adelante
Empuñando mi attaché
Mi esposa me tuvo fe
Y me dio un hogar importante
Donde mi hijo se hizo grande
Donde ternura es mi hija
Y todo gracias a mi valija
De vendedor ambulante.